El viaje a Tasmania, fue uno de esos viajes en el que las cosas mejoran conforme se desarrolla la visita. Dejábamos la cálida Sydney, en los albores de la primavera para dirigirnos a esta isla situada al sureste del continente australiano, donde las previsiones meteorológicas pronosticaban lluvia y frío.
Volábamos a Lauceston, la segunda ciudad más importante de la isla que apenas supera las cien mil personas, situada al norte de la isla. Nuestro vuelo salió con tres horas de retraso, lo cual era un inconveniente enorme por dos razones: la primera, que se te queda cara de tonto en el aeropuerto porque no puedes hacer nada y pierdes tiempo (aunque nos dieron unos vales para comer, que algunas utilizaron para darse un masaje) y la segunda, porque nuestro primer destino era el Parque Nacional de Cradle Mountain al que irremediablemente llegaríamos de noche, conduciendo por una carretera de montaña.
Afortunadamente, encontramos nuestro backpacker sin demasiados percances y a pesar de que llegábamos tarde, no habíamos avisado y la oficina estaba cerrada, para tranquilidad de todos nos habían dejado las llaves de nuestra cabaña.
Al día siguiente nos dirigimos al Dove Lake, al pie de las Cradle Mountains.
El parque tiene varias rutas, la más popular es una de 65 kilómetros desde las Cradle Mountains hasta el Lago St. Clair. Nuestro objetivo era mucho menos ambicioso, sólo rodearíamos el Dove Lake, al pie de las montañas. La razón principal era el tiempo del que disponíamos, de todas formas hacía bastante mal tiempo, se veía nieve en los altos...
El camino transcurre por la orilla del lago casi en la totalidad aunque hay algunas partes en las que te adentras en zonas más boscosas.
Como se puede ver, las nubes dieron algunos respiros puntuales que iluminaran el camino.
Plantas con gabardina...
...nieve en las cumbres y algunas cascadas...
...adornaban el entorno de las Cradle Mountains.
Uno de los mayores alicientes de la excursión fue encontrar este wombat, este animal nativo de Australia es una especie de oso en chiki. Este en concreto estaba muy pancho y no parecía molestarle nuestra presencia, ya que dejó que le tocáramos sin hacer ningún aspaviento, eso sí, no paró de moverse por lo que no pude hacerle una foto en condiciones. Se recomienda no hacerles enfadar ya que podrían ser peligrosos, pero este que vimos pasaba de todo y un segundo al que intentamos acercarnos salió corriendo de forma bastante aparatosa.
Cuando nos adentramos en zona boscosa, las luces de dispararon...
...dando paso a atmósferas mágicas y sugerentes.
A la vuelta, algunos no pudimos resistirnos a acercarnos a ver otro lago, Wombat Pool, o la piscina de los wombat. Nos imaginábamos que veríamos un montón de ellos, jugueteando, con el arcoiris haciendo de tobogán al más puro y ñoño estilo osos amorosos. La implacable realidad nos devolvió al mundo real, seguía estando nublado y ni rastro de algún wombat.
A pesar de ello el paseo mereció la pena ya que descubrimos otros rincones de este espectacular lugar. Cuando regresamos al punto de partida nos montamos en el coche y comenzamos el viaje al segundo destino del viaje, Freycinet National Park, donde nos esperaba la afamada Wineglass Bay.