miércoles, 8 de octubre de 2008

Territorio del Norte Vol.2

Después de haber hecho cienes de fotos de lejos, de cerca, de andar a los pies y de curiosear por el Urulu, decidimos que ya era hora de seguir con el viaje y visitar otra formación rocosa característica de la zona. Dicho y hecho nos pusimos en marcha con dirección a las Olgas, el segundo "must see" de esta zona del Territorio.



De camino aproveché para intentar captar ese tono rojizo que todo lo teñía, tan característico del área que nos acogía.



Antes de llegar, paramos en un mirador que había por el camino.





Una instantánea del desierto, que bien recordaba a la sabana africana, como podéis ver en la siguiente foto.



Ahora si, desde el mirador, las Olgas al fondo invitando a acercarse.



Y el Urulu al otro lado, dando ejemplo de cómo se rompe con un paisaje monótono. Tras hacer unas cuantas fotos y disfrutar de estas dos visiones, ahora si, rumbo directo al interior de las Olgas.



Esos pequeños detalles que te saltan al ojo...



Dejamos la caravana en el parking, en Australia todo está muy bien montadito para este tipo de turismo, con sus pros y contras obviamente.




Kata Tjuta, el nombre tradicional aborigen para este lugar, es un grupo de más de treinta rocas que irrumpen en la planicie del desierto australiano. El nombre significa "muchas cabezas" y es un lugar sagrado para los aborígenes. Al parecer es usado para rituales de castigo, que en ocasiones derivan en la muerte del condenado.





Este lugar alberga numerosas leyendas, transmitidas de generación en generación a lo largo de miles de años. Una de ellas es la creencia de que en las cumbres vive la Gran Serpiente Wanambi, que sólo desciende en la época seca.





Las "Muchas Cabezas" ocupan un terreno de unos 21km2 y es una absoluta delicia recorrerlo, el principio de camino se recorre entre estas grandes cabezas pasando por algunas partes de desfiladero.





Aunque las comparaciones son odiosas, no podía para de encontrar similitudes entre este lugar y las Peñas de Tobia. Estoy seguro de que algunos de vosotros tenéis la misma sensación.



Bueno, el enclave riojano sería en menor escala, no por ello menos especial y de obligada visita para disfrutar de algo bueno, pero el lugar que se abría ante mis ojos definitivamente me estaba seduciendo. Los dinosaurios acechaban, estoy seguro...



(Interludio: si, otra vez haciendo el tonto).



Mientras descendíamos por un camino encañonado el paisaje se iba abriendo y el hecho de que hubiera algunas nubes mejoró la experiencia, no hacía excesivo calor y la luz era espectacular.



Al final salimos del cañón para dejarnos esparcir por la planicie.





La caprichosa vegetación australiana haciendo de las suyas.



El camino se hace muy bien, dura unas dos horas y como he dicho, los australianos son muy aplicaditos y hay varios lugares donde reponer agua.





Algunas cabezas más al fondo incitaban a pensar que merecería la pena pasar más tiempo en ese lugar, lamentablemente la agenda nos obligaba a seguir la ruta que rodea el primer conglomerado de rocas.



Con las moles a la espalda el desierto de nuevo se presentaba infinito.



Comenzamos de nuevo a ascender, en el último tramo que se recorres a la ida y a la vuelta, teníamos que partir hacia el tercer enclave del viaje y teníamos más de cinco horas de viaje por delante.





Ojo al loro...



Cuando nos pusimos en marcha las nubes se cerraron e incluso llovió ligeramente. En el continente más seco del mundo y mira...
Vale en la siguiente foto falta el pub que estaba a la izquierda, pero después de dos horas de viaje este fue el primer intento de civilización que encontramos.



Próximo capítulo Kings Canyon, mucha tela...