viernes, 2 de octubre de 2009

Tasmania: Cradle Mountains, el comienzo del viaje.

El viaje a Tasmania, fue uno de esos viajes en el que las cosas mejoran conforme se desarrolla la visita. Dejábamos la cálida Sydney, en los albores de la primavera para dirigirnos a esta isla situada al sureste del continente australiano, donde las previsiones meteorológicas pronosticaban lluvia y frío.
Volábamos a Lauceston, la segunda ciudad más importante de la isla que apenas supera las cien mil personas, situada al norte de la isla. Nuestro vuelo salió con tres horas de retraso, lo cual era un inconveniente enorme por dos razones: la primera, que se te queda cara de tonto en el aeropuerto porque no puedes hacer nada y pierdes tiempo (aunque nos dieron unos vales para comer, que algunas utilizaron para darse un masaje) y la segunda, porque nuestro primer destino era el Parque Nacional de Cradle Mountain al que irremediablemente llegaríamos de noche, conduciendo por una carretera de montaña.
Afortunadamente, encontramos nuestro backpacker sin demasiados percances y a pesar de que llegábamos tarde, no habíamos avisado y la oficina estaba cerrada, para tranquilidad de todos nos habían dejado las llaves de nuestra cabaña.
Al día siguiente nos dirigimos al Dove Lake, al pie de las Cradle Mountains.

El parque tiene varias rutas, la más popular es una de 65 kilómetros desde las Cradle Mountains hasta el Lago St. Clair. Nuestro objetivo era mucho menos ambicioso, sólo rodearíamos el Dove Lake, al pie de las montañas. La razón principal era el tiempo del que disponíamos, de todas formas hacía bastante mal tiempo, se veía nieve en los altos...


El camino transcurre por la orilla del lago casi en la totalidad aunque hay algunas partes en las que te adentras en zonas más boscosas.

Como se puede ver, las nubes dieron algunos respiros puntuales que iluminaran el camino.



Plantas con gabardina...

...nieve en las cumbres y algunas cascadas...

...adornaban el entorno de las Cradle Mountains.

Uno de los mayores alicientes de la excursión fue encontrar este wombat, este animal nativo de Australia es una especie de oso en chiki. Este en concreto estaba muy pancho y no parecía molestarle nuestra presencia, ya que dejó que le tocáramos sin hacer ningún aspaviento, eso sí, no paró de moverse por lo que no pude hacerle una foto en condiciones. Se recomienda no hacerles enfadar ya que podrían ser peligrosos, pero este que vimos pasaba de todo y un segundo al que intentamos acercarnos salió corriendo de forma bastante aparatosa.

Cuando nos adentramos en zona boscosa, las luces de dispararon...

...dando paso a atmósferas mágicas y sugerentes.











A la vuelta, algunos no pudimos resistirnos a acercarnos a ver otro lago, Wombat Pool, o la piscina de los wombat. Nos imaginábamos que veríamos un montón de ellos, jugueteando, con el arcoiris haciendo de tobogán al más puro y ñoño estilo osos amorosos. La implacable realidad nos devolvió al mundo real, seguía estando nublado y ni rastro de algún wombat.



A pesar de ello el paseo mereció la pena ya que descubrimos otros rincones de este espectacular lugar. Cuando regresamos al punto de partida nos montamos en el coche y comenzamos el viaje al segundo destino del viaje, Freycinet National Park, donde nos esperaba la afamada Wineglass Bay.


jueves, 2 de julio de 2009

Llegará un momento en que la ciudad australiana de referencia deje de ser Sydney y su icónica Opera House para dar paso a Melbourne, una ciudad que en mi corta estancia me pareció, sencillamente, más completa y humana. La ciudad de la desembocadura del río Yarra ya le ha ganado el pulso a su tradicional competidora y se ha convertido en la capital cultural y deportiva del país frente a la brillante superficialidad de Sydney.

Es la capital del Estado de Victoria, en el sureste del país y su población alcanza casi los 4 millones de habitantes. Hizo las veces de capital Australia entre 1901 y 1927 mientras Canberra se construía.

El motivo de mi visita era la celebración del congreso de arquitectura sostenible Sustainable Building 08, donde se celebraba un evento satélite que habíamos organizado desde la oficina. Llegué junto la analista de mercado un par de días antes, lo que me dejó tiempo de esparcimiento para trastear por la ciudad. El día que llegamos nos acercamos al palacio de congresos para ver si todo iba bien con las salas que habíamos reservado (viaje en balde porque no estaban montadas, esto ya lo sabíamos pero queda bien darse una vuelta), luego Mónica me dio un paseo por los alrededores del hotel en donde nos alojábamos, que por cierto pagasteis vosotros, pobres contribuyentes y nos acercamos a ver la playa. A la vuelta, tras dejar a Mónica en el hotel, me fui a dar una vuelta a ver que me deparaba la ciudad al anochecer.



El hotel se encontraba en la ribera de Yarra asi que lo primero fue rehacer el paseo con Mónica para fotografiar la zona y familiarizarme con ella.

La noche cayó y con ella las oportunidades fotográficas, a falta de un trípode donde apoyar la cámara. Aun así estuve un largo rato dando vueltas y descubriendo cosillas.

La ciudad tiene numerosas esculturas que amenizan los paseos por la ciudad, a diferencia de Sydney que es más diáfana en este sentido.

El siguiente personaje fue fotografiado por y para el interés de mi bienamado lehendakari Loko Tatxelis, este manipulador sónico estaba haciendo las delicias de los viandantes con todo un espectáculo de luz y sonido. Prácticamente todo él producía sonidos y luces a través de la innumerable cantidad de artilugios que portaba el traje, distorsiones, deelays, loops... y todo ello lo había hecho él mismo, lo cual es de un mérito aún mayor.



La noche avanzaba y había que madrugar al día siguiente, así que me fui volviendo para el hotel, aprovechando para realizar algunas tomas nocturnas...



A continuación algunas tomas desordenadas de la ciudad bajo el sol.

Melbourne tiene la mayor red de tranvías del mundo, llegando éstos a casi cualquier punto de la ciudad, lo cual le da un toque extra de romanticismo.





Durante la estancia en Sydney, sufrimos las consecuencias de las leyes que regulan el alcohol, muy restrictivas en Nueva Gales del Sur, donde los impuestos sobre él impide que pequeños locales rentabilicen tener licencia para beber alcohol, de esta manera, los pequeños establecimientos donde uno se pueda tomar un vino mientras otro disfruta de un café, no existen. De hecho, es común encontrar restaurantes a los que tienes que llevar la botella de vino, por ejemplo, por tu cuenta. En el estado de Victoria, por el contrario, las leyes son más permisivas en este aspecto, lo que ha fomentado que, en las partes más concurridas de la ciudad, haya numerosos locales en los que disfrutar de una cervecilla, lo cual a su vez creo que fomenta la vida en la calle. En la siguiente foto, una pequeña calle del centro con numerosos bares que recordaban al casco viejo de las ciudades españolas.

Una librería de segunda mano, donde, contra todo pronóstico la dependienta no se esforzó nada en recomendarme algún autor australiano...

Otra de las cosas que me atrajeron de esta ciudad fue la presencia de graffiti y otras artes plásticas en las calles (céntricas), las cuales siempre me dan la sensación de ciudad viva e inquieta.

Así lucía el stand español en el congreso el día de la inauguración, lo cierto es que junto al de Hong Kong, creo recordar, era el más vistoso y más currado. En la foto, dos guardianes de los intereses patrios.
Del día de las conferencias en sí lo más destacado fue el sarao que montamos en casa del cónsul por la noche que ya fueron momentos de esparcimiento y diversión, ya sabes, clase, estilo, gente guapa, personalidades, Mikel, Cruz, Susana y yo...

Para la última jornada en Melbourne habíamos organizado una especie de tour, con los arquitectos españoles, por edificios sostenibles de la ciudad. A mí, como podréis imaginar, el discurso técnico de las visitas sobre los edificios (especialmente siendo en inglés), me importaba bastante poco, así que me dediqué a hacer fotos de lo que me llamara la atención.
En la siguiente foto, una casa Victoriana que se encontraba al lado del edificio que visitábamos.









El tipo al que todos prestan atención es Mick Pearce, el arquitecto del emblemático CH2 en Melbourne que podéis ver más abajo, explicando pues las cosas que se contarán los arquitectos en estos casos, que si meto 15 metros cúbicos de hormigón por aqui, un par de turbinas por allá, que si ahorra el 16% de energía, que si soy más de cortina que de persiana, mira cómo se integra en la estructura urbana... en fin yo qué sé.





Esta visita si que me gustó, porque nos la estaba explicando el arquitecto, aunque yo estuviera pasando un poco de todo, y porque subimos a la azotea, lo cual me brindó oportunidad de tomar algunas panorámicas desde las alturas.





Al final del día, Mikel y yo nos fuimos a cenar con todos los arquitectos y estuvimos por ahí de copas. Durante la cena nos confirmaron un secreto a voces, los precios de la vivienda son completamente abusivos y no se corresponden de ninguna manera a lo que cuesta hacer la casa en sí. Acabamos en el casino, que fue lo único que encontramos abierto, con una chispa a tener en cuenta. Al día siguiente, corriendo al aeropuerto a coger el avión de vuelta, que por cierto, por los pelos...